La educación emocional: un camino hacia el bienestar integral

En un mundo donde predomina un enfoque cognitivista en la educación, la necesidad de integrar la educación emocional se vuelve imprescindible. La educadora Alejandra Herrera enfatiza que no solo se trata de evaluar el conocimiento en materias tradicionales como Lengua y Matemática, sino que todas las disciplinas, incluidas las de educación física, deben ser parte de este cambio. Ella misma ha experimentado lo limitante de este paradigma al observar cómo, al llevar a sus hijos a jugar al fútbol, muchos de los pequeños no saben gestionar la ira o la frustración provocadas por el juego.

«¡Cuánto hay por hacer!», exclama Herrera. Este aprendizaje emocional debe comenzar desde las primeras infancias y continuar en todos los niveles educativos, incluyendo la formación de futuros educadores. La desconexión actual en torno a la educación emocional es alarmante, y sugiere que es clave capacitar no solo a estudiantes, sino también a los formadores de formadores.

Una de las propuestas que Herrera menciona es la «gimnasia emocional», que se asemeja a un entrenamiento físico diseñado para trabajar las emociones. Este programa, diseñado para desarrollarse cada tres meses, incluye sesiones semanales en las que se abordan temas emocionales, desde la identificación de pensamientos y creencias hasta la práctica de la resiliencia. Así como aprendemos a automatizar hábitos físicos, también es posible entrenar nuestra atención y gestión emocional.

La educación emocional en las escuelas debe incluir no solo la participación de los docentes, sino también de las familias. «Todos somos parte de esta maquinaria», afirma Herrera, subrayando la importancia de un enfoque comunitario en este proceso. Además, menciona la integración de pausas activas en espacios como el aula, donde se pueden incorporar actividades que generen bienestar emocional. De acuerdo con investigadores como Rafael Bisquerra, el bienestar puede ser lo más cercano a la felicidad, un estado de ser que todos anhelamos.

Como profesora de educación física, Herrera resalta que el movimiento del cuerpo se conecta rápidamente con la alegría. «El simple acto de bailar, aunque no tenga ganas, transforma la energía en cuestión de minutos», asegura. Este movimiento fomenta un vínculo directo entre emociones y bienestar, donde la liberación de endorfinas a través de la actividad física juega un papel crucial.

En un encuentro reciente, una participante compartió su viaje personal hacia la recuperación emocional, destacando cómo la decisión de hacerse cargo de su «niñita interior» herida le ha ayudado a recuperar su alegría y flexibilidad. «La alegría es la que estoy recuperando», expresó, reconociendo la importancia de la autoexploración y el trabajo emocional. La comunidad se unió en un diálogo profundo sobre la necesidad de jugar y de reconectar con ese espíritu infantil que suele perderse en la adultez.

Finalmente, la educadora concluyó reafirmando que el camino hacia el bienestar es un trabajo continuo que no solo enriquece a uno mismo, sino que también tiene un efecto positivo en los demás. «La educación emocional no es solo una herramienta, es una forma de vida que compartimos en momentos difíciles», concluyó con optimismo.

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