En medio de la escalada de violencia en Israel, un argentino residente en Israel comparte su experiencia en un contexto de constante alerta y enfrentamiento. Esteban Stein, quien lleva años viviendo en Israel, relata cómo se prepara para las amenazas y describe las medidas de seguridad que se han convertido en parte de su rutina diaria.
Desde la zona en conflicto, Esteban nos cuenta que en estos momentos recibe alertas en vivo a través de una aplicación móvil que le advierte sobre la proximidad de bombardeos o misiles. «Ahora mismo, la app me avisa sobre un posible ataque en la zona, y en vivo también escuchamos la sirena que indica que hay una amenaza cercana», explica.
El radio de acción en Israel es reducido debido a su tamaño. Esteban se encuentra ubicado en Hod HaSharon, a unos 15-20 kilómetros del centro de Tel Aviv. «Tel Aviv es bastante pequeño, unos 15 o 20 km, y Jerusalén se encuentra a unos 50-60 km», señala. La distancia a Haifa, en el norte, es de aproximadamente 80 km. Israel tiene una longitud de unos 350 a 400 km y una anchura variable, con áreas que en su zona más estrecha miden unos 15 km y en las más anchas hasta 120 km.
Este pequeño tamaño hace que los ataques y las alertas puedan afectar rápidamente diferentes áreas. «Por la misma razón, están cayendo misiles en Cisjordania y en pueblos árabes, donde a veces no se cumplen las normativas de resguardo», añade Esteban.
Esteban explica que el país cuenta con sistemas defensivos efectivos, como la famosa «Cúpula de Hierro», que intercepta misiles en diferentes rangos, desde cohetes de corto alcance hasta misiles de largo alcance. Sin embargo, la constante amenaza genera una sensación de inseguridad. «Hay personas que tienen más paciencia y otras menos, pero para sobrevivir hay que seguir las órdenes de las autoridades y refugiarse en los lugares seguros», afirma.
La rutina en Israel se ha visto profundamente afectada. La mayoría de las ciudades, especialmente las árabes, tienen restricciones: las escuelas están cerradas, los comercios no esenciales permanecen cerrados y la población vive en una situación de emergencia similar a un estado de guerra en lugar de un conflicto puntual. «Aquí estamos en una guerra en gotas, parece que todo cambie de un día a otro, pero en realidad, la tensión es constante», explica.
Aunque las alertas en vivo generan angustia, Esteban asegura que la mayoría de los ataques no han causado daños significativos ni víctimas en las zonas aseguradas. «La mayoría de los lugares donde cayeron misiles no tuvieron daños ni heridos porque estaban en zonas que no respetaron los refugios o no estaban preparados», comenta.
La vida cotidiana y la esperanza
A pesar de la tensión, Esteban mantiene su rutina laboral en una importante empresa de electrónica. Vive en una casa que también funciona como taller de pintura y gimnasio, siempre preparado para actuar rápidamente ante cualquier alerta. «Las medidas de seguridad son estrictas y, si seguimos las órdenes, tenemos mayor garantía de protección», afirma.
El pequeño país, con sus limitadas distancias, permite que en un día común se pueda vivir y trabajar con cierta normalidad. «Puedo seguir desarrollando mis actividades, porque no hay restricciones extremas en la vida cotidiana, salvo en lo que respecta a la seguridad», comenta.
En cuanto a la vida social y familiar, Esteban confirma que mantiene contacto frecuente con su familia en Argentina, especialmente con sus amigos y su comunidad en Rosario, siendo un hincha de Rosario Central. «Aquí, en Israel, la comunidad argentina también está muy presente y unida, lo cual ayuda mucho en estos momentos difíciles», señala.
Esteban admite que, aunque no tiene planes inmediatos de regresar a Argentina, tiene claro que esta es su realidad actual y que su principal preocupación es seguir las recomendaciones de seguridad. «Estoy acostumbrado a vivir con esto, aunque no deja de ser angustiante, y agradezco que exista una tecnología que nos avisa y ayuda a mantenernos seguros», concluye.
