Dos investigadores del CONICET estudiaron un mecanismo evolutivo muy particular en un grupo de bivalvos.
Al igual que los canguros, un grupo de bivalvos conocidos como cardítidos marsupiales presentan una bolsa donde se incuban los huevos y crecen los juveniles. El origen de este marsupio, pocas veces observado en caracoles marinos, despertó la curiosidad de un paleontólogo y un biólogo evolutivo del CONICET. Para encontrar una explicación al origen de esta estructura, utilizaron la teoría de la “exaptación”, establecida por el famoso científico y divulgador científico estadounidense Stephen Jay Gould (1941-2002) junto a la paleontóloga sudafricana Elisabeth Vrba.
“Vrba y Gould afirmaban que las exaptaciones son estructuras que se desarrollan en algunos organismos a partir de rasgos previos que originalmente cumplían una función determinada y que un tiempo después, a veces millones de años, comienzan a cumplir una nueva función, completamente diferente a la inicial”, afirma Damián Pérez, investigador asistente en el Instituto de Patagónico de Geología y Paleontología (IPGP-CONICET). Junto a Ignacio María Soto, investigador del Instituto de Ecología, Genética y Evolución de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (IEGEBA, UBA-CONICET), propusieron esta hipótesis para explicar el mecanismo evolutivo del caracol que pertenece a la familia de los Cardítidos y a la subfamilia de los Thecalinos. La investigación fue publicada en prestigiosa revista Paleobiology.
Según describe Pérez, estos caracoles son sumamente particulares. “En general, los bivalvos tienen fecundación externa y suelen ser hermafroditas. En algunos cardítidos, en cambio, se observa incubación interna. Los huevos y las larvas se desarrollan dentro de la hembra. Y un caso extremo es el de esta familia de Thecalinos. En la actualidad solo existen cuatro especies de estos caracoles. Se los denomina bivalvos marsupiales porque las hembras desarrollan una bolsa interna, el marsupio, que es un pliegue en las valvas donde se incuban los huevos”, explica Pérez.
Hasta ahora, se desconocía el origen de esta particularidad y no se había formulado propuesta alguna. Para los autores, este mecanismo que afirma que una estructura puede evolucionar y cumplir una nueva función, diferente a la original, es la hipótesis adecuada para comenzar a desandar el misterio.
“Estos caracoles viven, al igual que los mejillones, pegados a rocas, corales, conchas de moluscos. Tienen lo que se denomina biso, unas fibras que les permiten sujetarse a las diferentes superficies. El biso se asoma por una muesca que tienen las valvas. Esta muesca es la estructura previa, que luego de un proceso evolutivo a lo largo del tiempo, cumple ahora una nueva función: incubar huevos y larvas”, comenta Pérez. Para poder explicar esta exaptación, el científico tuvo que remontarse, a través de un exhaustivo estudio filogenético, 50 millones de años al pasado.
“No sabemos cuándo se habrían originado los cardítidos marsupiales porque no se conoce registro fósil del grupo. Entonces aquí nos enfrentamos a otro desafío: ¿cómo reconstruir la historia sin registro fósil? Debíamos estudiar al resto del grupo. Pudimos observar, por ejemplo, relaciones de parentescos con los carditinos, otro grupo de bivalvos cardítidos que habitaron hace 50 millones de años y viven en la actualidad. Son semejantes a pequeños mejillones en aspecto y modo de vida. No tienen marsupio pero si el biso; y pertenecen en su mayoría al género Cardita”, indica Pérez.
La investigación además, permitió a sus autores, trazar un vínculo estrecho con desarrollos teóricos de Gould. “En la revista Paleobiology, junto a Elisabeth Vrba, Stephen Jay Gould explicó por primera vez el mecanismo de las exaptaciones y publicó gran parte de su producción científica. Es por esto que este trabajo es muy importante para nosotros, no solo desde el punto científico, sino también desde lo simbólico”, asegura Pérez.00
Referencia bibliográfica:
Damián Eduardo Pérez
Ignacio María Soto
DOI: https://doi.org/10.1017/pab.2021.10
Fuente: http://www.conicet.gov.ar