En «Hacia Carcassonne», el autor propone un viaje por los caminos de Provenza y sus alrededores, y evoca la trayectoria de legendarios trovadores como Bertran De Born, Marcabrú, Raimbaut D’Aurenga, Montcorbier (alias Villon), Arnaut Daniel, Peire d’Alvernha y Giraut, para dar cuenta de la luz y oscuridad que derrama la poesía donde el exilio o la política también están presentes.
En su libro de poesía «Hacia Carcassonne» Juan Arabia se remonta a la tradición de los trovadores en un viaje territorial y lírico para indagar sobre las lenguas y temáticas que lo llevan a echar mano no solo del español, sino del italiano y el francés, abriendo las posibilidades de lecturas, tradiciones y sentidos.
La obra propone un viaje por los caminos de Provenza y sus alrededores, y evoca la trayectoria de legendarios trovadores como Bertran De Born, Marcabrú, Raimbaut D’Aurenga, Montcorbier (alias Villon), Arnaut Daniel, Peire d’Alvernha y Giraut, para dar cuenta de la luz y oscuridad que derrama la poesía donde el exilio o la política también están presentes.
Fundador de la revista y sello editorial Buenos Aires Poetry, y autor de «Desalojo de la naturaleza» y «The bund», Arabia dialogó con Télam sobre esta obra, editada por Pre-Textos, atravesada también por lo experimental y donde un poema en italiano habla de la relación del poeta estadounidense Ezra Pound con Mussolini.
-En el libro hay una evocación de juglares de la historia y de las formas poéticas arcaicas. ¿Por qué te interesó trabajar con esta temática?
– Juan Arabia: Básicamente porque el inicio de la poesía moderna en lengua vulgar comienza con los trovadores, época en donde la música y la lírica resultaban inseparables. Se volvió a cantar y se cambiaron los temas de la poesía, así como sus formas. Con los trovadores se prueba algo muy importante: que las tabernas son lugares capaces de producir poesía, así como lo fueron para el género la filosofía, la religión o el carácter noble. El trovador, como escribo en unos de los primeros del libro, “mojaba su pan en todas las fuentes”.
-¿A qué se debe el espacio o territorio al que hace referencia el libro?
– J.A: El occitano es una lengua romance y la mayoría de los poemas que se conservan fueron escritos en ese idioma y recitados en el sur de Francia (regiones como Provenza y otras emblemáticas ciudades). Si bien mi interés en el tema comenzó con la lectura de autores como Ezra Pound o Martín de Riquer, en 2018 fui invitado a un festival de poesía en la ciudad de Sète (muy cerca de Montpellier), y conocí además lugares como La Camargue, Aigues-Mortes y, por supuesto, Carcassonne. La idea fue recorrer esos caminos vivos, pensarlos vivos. Inmediatamente después de bajar de la Cité fortificada de Carcassonne escribí los dos primeros poemas del libro.
-En el poema «Juglar Leu» hay unos versos que dicen «el trovar no era solo cosa de afinar oídos, sino de dar de probar al gentío el gusto y betún de las suelas». De esta forma, el arte de los trovadores se impone como crítico y de denuncia. En ese sentido, ¿desde tu lugar de poeta cómo concebís la poesía?
– J.A: Una de las características de los trovadores, además de escribir sus canciones en lengua vernácula, era que provenían de diferentes clases y jerarquías sociales. Disputaban de distintas formas (generando nuevos géneros, como enfrentamientos, lamentos y galerías), así como en diversos estilos o ideologías. Es muy conocida la disputa entre aquellos que cantaban claro (leu) como aquellos que lo hacían de una forma más hermética y oscura (clus).
En ese sentido me siento muy identificado con los trovadores, cuando arriesgaban nuevas ideas y formas, y porque sentían a la poesía como música.
-En cuanto al sentido de los poemas hay una búsqueda de sentido que va de la luz a la oscuridad.
– J.A: La simbolización nunca termina. Esto es algo de lo que W. B. Yeats habló mucho, en relación con los símbolos: entrar en contacto con el símbolo de la luna, por ejemplo, era otra forma de comunicarse con significados antiguos. Para Yeats, la luna nombró al mismo tiempo la torre de ébano, el ciervo en el bosque, la liebre blanca en la colina, etc. Esto es algo muy explotado en la antigua tradición china. El viento del este significaba algo benigno, amable, favorable; mientras que el viento del oeste o del norte implica crueldad, frialdad.
-En muchos de los poemas hay un clima de derrota, ¿se habla del exilio con lo cual el trasfondo político está también presente, como en la evocación a Dante?
– J.A: Una de las lecturas que ofrece el libro es, precisamente, la visión que obtenemos de Dante de los trovadores. Por eso incorporé un gráfico dentro de un poema (Purgatorio Crane) donde encontramos a Bertran de Born en el infierno, Arnaut Daniel o Giraut de Bornhel en el Purgatorio, así como a Raimbaut d’Aurenga en el paraíso. El arte de la poesía provenzal abrió el camino para el arte poético de Toscana, algo que Dante presenta de manera muy convincente.
El tema del exilio era algo muy común para los trovadores, porque en general vivían condicionados por la aprobación de las cortes reales o señoriales. Esta es otra de las lecturas que ofrece el libro: los condicionamientos políticos, que se repite en los trovadores, en Pound (por traición a su patria) o en Dante (por corrupción).
-Hay un poema en italiano en que te dirigís a Erza Pound. ¿Qué te inspiró de su obra y cómo lo evaluás en su postura política de apoyo a Mussolini?
– J.A: Yo creo que a las posturas políticas de Pound hay que leerlas desde su momento de emisión. Además, ceñirlas específicamente a lo económico.
Por último, nunca se nombran los grupos neofacistas y traficantes neoreaccionarios de la CIA que trabajaron a largo y mediano plazo en descrédito de la imagen moral del poeta.
Pound además fue muy consciente de sus equivocaciones, y en los últimos Cantos escribió cosas muy hermosas: “Perdí mi centro / luchando contra el mundo. / Los sueños chocan / y se hacen añicos”; “Que los Dioses perdonen lo que hice / Que los que amo procuren perdonar lo que hice”.
-¿A qué responde la decisión de escribir poemas en italiano, o usar palabras en otros idiomas, más allá de tu oficio de traductor?
– J.A: El español no deja de ser una lengua vernácula, expandida en países colonizados. Y creo que jugué mucho con eso en «Hacia Carcassonne», y por eso me alegra que se publique en España.
Yo no tengo preferencia por ningún idioma, simplemente nací en Buenos Aires. Todas las lenguas vernáculas emularon, en principio, la poesía occitana. Y el gran Siglo de Oro en España se dio, precisamente, luego de la adaptación del endecasílabo italiano. El español es uno de los tantos vehículos posibles. La poesía está por encima de cualquier idioma o lenguaje.
Por otro lado, una de las cosas más importantes que uno aprende en la traducción de poesía es precisamente sentir la música, tratar de emular esa música, su ritmo intrínseco.
-Esa cualidad de la musicalidad está muy presente en este poemario, ¿Es una conexión directa con la poesía vernácula de los trovadores?
– J.A: Creo que todos formamos parte de un arte que siempre estuvo ligado tanto a la palabra como a la música, desde la antigua China o los trovadores. Muchas veces los diálogos se dan de forma explícita, pero muchas veces la tradición actúa por detrás nuestro. Por ejemplo, el verso por excelencia en español ha sido el endecasílabo. Pero el endecasílabo español, como lo concebimos ahora (después del “Siglo de Oro” en España), es una adaptación del endecasílabo italiano (cuya acentuación está principalmente en la sexta sílaba y no en la séptima, como la antigua “Gaita Gallega” ). Esa afinación y ese sonido pertenecen a otros mundos y se dan en su propio ritmo. Por eso podemos leer poemas en occitano: más que significado, producen música, aunque no los entendamos del todo. Los idiomas son excusas para una sola canción.
Aunque creo en la individualidad del poema, creo que cada poema busca su propia naturaleza. Incluso cuando están sujetos a reglas, golpean la jaula con más fuerza: buscando aire, luz. El verso libre, por otro lado, crece en tierras más salvajes.
Fuente: http://www.telam.com.ar