«Agujas doradas», la novela de terror que alimenta el mito de Michael McDowell como autor de culto

El autor creció cerca de la frontera de Florida y el golfo de México y fue amigo y colaborador de Stephen King, guionista de «Beetlejuice» y creador de novelas góticas sureñas pero con un tono y un sentido del humor muy personal. «Agujas doradas» fue muy esperada por los lectores de «Los elementales».

Considerado por Stephen King como «el escritor más refinado de los Estados Unidos» y consagrado por su novela de culto, «Los elementales», y sus guiones para los films de Tim Burton, «Beetlejuice» y «El extraño mundo de Jack», Michael McDowell deslumbra en «Agujas doradas», una joya de estilo que ya agotó su primera edición a pocos días de haber llegado a las librerías y que cuenta el horror de una venganza matriarcal en la Nueva York de fines del siglo XIX sin apelar a ningún elemento sobrenatural.

Originalmente titulada «Gilded needles» y traducida por la escritora Teresa Arijón, la obra cuenta una historia de venganza ambientada en Nueva York a partir del esquema clásico del enfrentamiento de dos familias. Por un lado, los Shanks, liderados por la matriarca Black Lena, que opera desde una casa de empeños y que se dedica a explorar distintas aristas del crimen y por el otro, los Stallworths, ligados al poder, corruptos e infieles, conducidos por el despiadado juez James Stallworth.

La incógnita que plantea la novela, que se perfila como best seller y que va por su segunda edición a poco de ser publicada por primera vez en castellano por La Bestia Equilátera, es si la riqueza y el poder de los Stallworth podrán finalmente imponerse a la revancha premeditada y diabólica que planea Black Lena.

Con descripciones vívidas de los personajes y de los ambientes y con diálogos rápidos y cargados de ironía, McDowell recrea un mundo inexistente pero que convence al lector. El horror es terrenal porque el autor no se vale de elementos sobrenaturales y la crudeza no se enuncia sino que se construye con acumulación de objetos, de olores y de sutilezas: una luchadora temeraria llena de tatuajes que ama a otra mujer con ternura, una joven que practica abortos clandestinos, niños que roban un cadáver para vendérselo a un médico, un cuerpo desnudo tendido en la morgue a la espera de ser reconocido y la habitación en estado decadente en la que se perpetra un asesinato.

En un ambiente de fumaderos de opio, lucha libre femenina y burdeles, el título «Agujas doradas» hace referencia al aguijón largo usado para preparar el opio, que en la novela se convierte en una suerte de arma letal.

El incipiente fenómeno editorial del libro, que agotó los primeros 2.500 ejemplares de la primera tirada, no sorprendió a Diego D’onofrio, editor de La Bestia Equilátera. Muchos lectores que admiraron «Los elementales», la obra que el autor publicó en 1981 y que se editó en Argentina en 2017, buscan en la novela recientemente publicada los ecos de aquella obra maestra en la tradición de las novelas de casas encantadas que es un verdadero prodigio de la literatura gótica.

«Nos sorprendió con ‘Los elementales’ porque era un autor completamente desconocido en Argentina al momento de publicarse. Pero ahora ya tiene muchísimos lectores y lo comprobamos al lanzar ‘Agujas doradas’ como preventa: se contactaron con la editorial para pedir un ejemplar y fueron cientos los que lo hicieron», señaló el editor a Télam.

La editorial argentina seguirá apostando a la obra del autor norteamericano: por estos días, Teresa Arijón trabaja en la traducción de «Katie», la novela que seguirá a «Los elementales» y «Agujas doradas».

¿Quién es este escritor que creció cerca de la frontera de Florida y el golfo de México, amigo y colaborador de Stephen King, guionista de «Beetlejuice» y autor de novelas góticas sureñas pero con un tono y un sentido del humor muy personal?

«Una vez me preguntaron qué pensaba que hacía cuando escribía terror. Cuál era su propósito. Le respondí que cuando escribo terror trato de tomar lo improbable, lo inimaginable y lo imposible y hacerlo parecer posible e inevitable», contó el autor sobre cómo entendía su oficio.

McDowell nació en Alabama en 1950. Se graduó con honores en Harvard y obtuvo un doctorado en Literatura Inglesa y Norteamericana en la Universidad Brandeis, pero se consideraba (y quería ser) un escritor popular. Poco afecto a lo experimental consideraba que «el mejor arte surge de ser estructurado».

Por sus novelas góticas ambientadas en el sur profundo, su colega Stephen King lo consideraba un autor «fascinante, aterrador y absolutamente genial». La novelista Tabitha King, esposa del escritor, fue la encargada de cerrar «Candles Burning» (2006), una novela que dejó inconclusa. Además, la primera incursión de McDowell en el cine como guionista fue en la película «Los mejores cuentos de Stephen King» de 1985).

El escritor le imprimió a su biografía algo de su interés por el género del terror y se especializó en coleccionar memorabilia de la muerte: mechones de pelo, ataúdes de niños, fotos de cadáveres, de cráneos, de escenas de crímenes, lápidas, tarjetas y avisos fúnebres y hasta cartas de condolencia que fueron adquiridos por la Universidad Northwestern de Chicago y que fueron parte de una muestra en 2013.

Como guionista, escribió los textos de episodios de series antológicas como «Cuentos de la cripta». Para el director Tim Burton, adaptó un cuento de Ray Bradbury, «La jarra» y luego escribió los guiones de «Beetlejuice» y «El extraño mundo de Jack».

Los últimos años de su vida, dio clases de escritura de guiones en las universidades de Boston y Tufts y murió en Massachusets en 1999 por las complicaciones que le generó el HIV.

«Soy un escritor comercial y estoy orgulloso de eso. Estoy escribiendo cosas para que estén en la librería el próximo mes», se definió. «Creo que es un error intentar escribir para la posteridad», aseguró McDowell sin saber que, con los años, su obra trascendería la mesa de novedades y que él se convertiría en un autor de culto.

Fuente: http://www.telam.com.ar

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