En un contexto económico desafiante para el país, el sector de la construcción en La Rioja enfrenta una crisis sin precedentes. Pablo Chamía, distribuidor de Loma Negra en la región, reveló que el consumo de cemento ha experimentado una drástica caída, con ventas en octubre de 2024 que alcanzan solo 740 toneladas, comparadas con las 1,900 toneladas del mismo mes en 2023. Este descenso, que se traduce en una reducción de más del 60%, marca el peor mes de consumo en lo que va del año.
Los efectos de la situación económica se reflejan no solo en las cifras de venta, sino también en el panorama laboral. Chamía destaca que muchas obras de construcción, especialmente en áreas colindantes con la Universidad, se encuentran paralizadas. El parón en la obra pública, sumado a la difícil situación económica, ha impactado la estabilidad laboral en la región, con despidos que también afectan a empresas nacionales que operaban en La Rioja.
Una de las transformaciones en el sistema de financiamiento de la obra pública ha sido clave para entender la crisis actual. Según Chamía, la provincia solía gestionar los pagos a las constructoras y enviar los comprobantes a nivel nacional. Ahora, los recursos son enviados directamente desde la nación a las constructoras, lo que ha reducido la influencia de las empresas locales en el proceso de construcción. «Yo no vivo directamente de las constructoras nacionales», observa Chamía, resaltando la importancia del empresariado local y la Cámara de la Construcción de La Rioja, que emplea a trabajadores de la región. La falta de conexión directa con las grandes constructoras ha complicado aún más la situación para los proveedores locales, quienes dependen de la actividad de los constructores riojanos.
El precio del cemento ha seguido una tendencia inflacionaria alarmante. En comparación con diciembre del año anterior, el costo del insumo ha subido un 79%. «Eso es una locura», afirma Chamía, al referirse a los ajustes de precios constantes que han llegado a ser quincenales. Aunque algunos precios parecen haberse estabilizado, se anticipa un nuevo incremento del 5% a partir del 1 de noviembre, impulsado por el aumento de los costos del combustible y el flete asociado.
«Es importante entender que no hay un precio uniforme para el cemento», explica Chamía. Los precios varían según la zona y el tipo de negocio —por ejemplo, una ferretería local puede tener precios diferentes a aquellos de un corralón más grande—. Esto se debe a que cada distribuidor y minorista ajusta los precios de acuerdo con sus gastos operativos, horario de entrega y logística.
Con la proyección de un diciembre «bastante complicado» en términos de ventas, la incertidumbre se cierne en el sector de la construcción. La ausencia de obras públicas significativas ha cambiado las dinámicas de trabajo, siendo la Cámara de la Construcción local testigo de una caída en la actividad que ha llevado a muchas empresas a operar a media máquina.
Chamía concluye que la actual crisis no solo está afectando a los distribuidores, sino que también se extiende a los trabajadores y las empresas que dependen del sector de la construcción. «La situación es preocupante», asegura, dejando entrever que la recuperación del sector dependerá de decisiones políticas y económicas fundamentales para reactivar la obra pública y restaurar la confianza en la economía regional.