Carlos Gavio, un trabajador nodocente que ha dedicado 37 años de su vida a la Universidad de La Rioja, reflexiona sobre los cambios que ha vivido la institución en sus 53 años de historia. A lo largo de su trayectoria, Carlos ha enfrentado momentos difíciles, incluyendo La Toma de la universidad, un episodio que generó incertidumbre y miedo debido a la posible amenaza a su fuente laboral. Sin embargo, considera que la crisis no resultó tan traumática como se esperaba.
Recuerda con miedo la gestión de Tello Roldán, donde existía una atmósfera de miedo: “La universidad no era de todos”, afirma. Carlos destaca que tras La Toma, la comunidad universitaria se sintió más libre y el ambiente se volvió más cálido y accesible.
Ahora, mientras se aproxima al final de su carrera, siente una mezcla de deseo de continuar y la inevitabilidad de la jubilación. “Tengo 60 años y me gustaría seguir trabajando, pero las normativas no lo permiten”, comparte.
En el actual contexto de crisis presupuestaria, Carlos enfatiza la necesidad de asegurar la educación: “El pueblo necesita educadores y motivar a los jóvenes a estudiar, porque ellos son el futuro del país”. Su experiencia es un recordatorio del impacto vital que la educación tiene en la sociedad, destacando la importancia del acceso a la educación en momentos críticos.
