A partir de los recientes ataques de Israel sobre instalaciones iraníes, el doctor en Relaciones Internacionales Pablo Wehbe ofreció un extenso análisis sobre los orígenes, las consecuencias y el alcance geopolítico del conflicto. Aseguró que el enfrentamiento no se detendrá a corto plazo y advirtió sobre el riesgo de una escalada regional con consecuencias imprevisibles.
“El conflicto no se va a frenar porque Israel ha dicho que no se detendrá hasta lograr sus objetivos”, explicó Wehbe. A su juicio, estos objetivos incluyen la destrucción del programa nuclear iraní, la interrupción del financiamiento a grupos como Hezbolá, Hamas o la Yihad Islámica, y, en un plano no declarado, un intento de desestabilizar o incluso cambiar el régimen político en Teherán.
Wehbe destacó que, aunque Irán no posee aún una bomba nuclear —su uranio está enriquecido al 60% y no al 90% necesario—, los ataques han dañado seriamente su infraestructura nuclear y militar. “Israel evitó atacar la central de Busher para no provocar una catástrofe como la de Chernobyl, pero golpeó fuerte en Arak y otros centros de enriquecimiento. El programa nuclear iraní, tal como lo conocemos, probablemente esté terminado”.
La posibilidad de represalias iraníes, señala el especialista, podría manifestarse a través de ataques a bases estadounidenses en la región o mediante misiles dirigidos al Golfo Pérsico. El cierre del estrecho de Ormuz, clave en el comercio petrolero mundial, sería un paso desesperado: “Eso le daría a la OTAN una justificación para intervenir directamente y barrer a Irán”.

La inquietud crece a medida que actores regionales se posicionan. Wehbe advirtió sobre el rol expectante de Turquía, que estaría aprovechando la crisis para reposicionarse como eje del islamismo político regional: “Está desplazando simbólicamente a Teherán como faro del mundo islámico”.
Mientras tanto, India y Pakistán ya han dado señales de que podrían involucrarse si el conflicto se profundiza. En contraste, los países del Golfo, incluido Arabia Saudita, optan por el silencio: “Les conviene que desaparezca la amenaza iraní, aunque no lo digan abiertamente”.
Consultado sobre el alineamiento del presidente Javier Milei con el gobierno israelí, Wehbe fue terminante: “Es una postura sobreactuada e irresponsable. La Argentina siempre fue prudente en Medio Oriente y ahora está jugando un papel que nadie le pidió, como trasladar la embajada a Jerusalén, algo que ni siquiera Israel reclamó”.
La respuesta regional no se hizo esperar. Presidentes como Lula da Silva (Brasil), Gabriel Boric (Chile) y Luis Lacalle Pou (Uruguay) expresaron su rechazo a la actitud argentina y llamaron a la prudencia. Solo algunos aliados de Washington como Perú, Ecuador y El Salvador manifestaron respaldo. “Una política exterior que juega en una liga que no le corresponde puede costar caro en diplomacia y seguridad”, advirtió Wehbe, quien también recordó que decisiones impensadas podrían dejar a la Argentina nuevamente expuesta en la vidriera del terrorismo internacional.
Wehbe cerró el análisis con una dosis de realismo: el conflicto parece lejos de concluir y las posibilidades de reactivar el acuerdo nuclear son escasas. “Irán ha quedado muy golpeado militarmente y ha abandonado el diálogo. La única forma de retomarlo sería un cambio político interno, algo que por ahora no parece cerca de ocurrir”.