Investigadores del Centro Regional de Investigaciones Científicas (Crilar) han realizado un hallazgo que podría revolucionar la comprensión de la historia evolutiva de las mariposas y polillas. En un trabajo conjunto, con apoyo de un extenso grupo de científicos, lograron identificar las escamas más antiguas conocidas de estos insectos, datadas en aproximadamente 236 millones de años, durante el período Triásico.
El hallazgo se produjo en los yacimientos del Parque Talampaya, en la Formación Los Chañares, uno de los sitios más antiguos del mundo para estudiar fósiles del Triásico temprano y medio. La novedad radica en que estas escamas fósiles se encontraron dentro de coprolitos, restos de excrementos fósiles de reptiles y mamíferos que vivieron en esa época remota.
El trabajo comenzó en 2011 cuando paleontólogos y científicos del Crilar detectaron coprolitos en los yacimientos, y se inició un extenso estudio de degradación de estos restos para analizar su contenido interno. Fue en ese proceso cuando, al estudiar la composición y morfología de los coprolitos, aparecieron las escamas fósiles. Desde entonces, el equipo ha realizado numerosos estudios para completar la investigación, que ha sido publicada con repercusión internacional.
Para fechar los fósiles, los científicos llevaron a cabo análisis de isótopos en minerales de la zona, un método complejo que, en conjunto con la comparación con otros fósiles datados, permitió establecer su edad en más de 236 millones de años. La ubicación en las capas del yacimiento y el contexto geológico han sido clave para confirmar que estos restos pertenecen a uno de los fósiles más antiguos de lepidópteros en la historia de la Tierra.
Las escamas fósiles presentan características morfológicas similares a las de las mariposas y polillas actuales, específicamente por ser huecas. La ornamentación en ellas indica que pertenecen al grupo de los lepidópteros. Se estima que en esa época estas criaturas habrían tenido patrones de color oscuros, grises y marrones, utilizados como camuflaje, ya que en ese momento no existían las flores y las plantas con flores (angiospermas) aún no surgían en la Tierra.
Este hallazgo no solo confirma la presencia temprana de lepidópteros en el planeta, sino que también ayuda a entender cómo estas mariposas y polillas se adaptaron a un mundo sin flores. Los expertos creen que su camuflaje y la probócide, una especie de trompa que usaban para extraer néctar de las primeras plantas gimnospermas, fueron claves para su supervivencia.
El descubrimiento también permitió a los investigadores entender mejor los ambientes del Triásico en La Rioja, donde se encontraron restos en formaciones que en esa época eran bosques de coníferas y gimnospermas. Además, en estos yacimientos, se han hallado coprolitos de herbívoros que muestran las interacciones de estas criaturas con su entorno, ya que las mariposas habrían estado en contacto con las plantas y animales de entonces, en un ecosistema muy diferente al actual.
Javier Torrens explica que los insectos, en general, cumplen ciclos que pueden durar uno, varios o incluso más de un año. En la actualidad, por ejemplo, mariposas blancas conocidas como pilpintos aparecen en ciertos años y en otros no. Estos cambios pueden estar relacionados con factores climáticos como la duración de las horas frías, que afectan el desarrollo de pupas y crisálidas, en un proceso que también puede tener componentes genéticos y ecológicos.
El cambio climático, la alteración de los ciclos naturales y otros factores ambientales pueden influir en la presencia y proliferación de estas especies. Sin embargo, también se reconoce que los ciclos de los insectos son complejos y pueden variar por múltiples motivos.
El trabajo en estos fósiles continúa, y los investigadores del Crilar están comprometidos en seguir estudiando estos y otros restos, además de difundir sus resultados a través de las redes sociales y la página web de la institución. El objetivo es ampliar el conocimiento sobre la biodiversidad de épocas remotas y su relación con el presente.
