El músico y compositor Ignacio Amil presentará este jueves a las 20 en la Usina del Arte una obra que tributa su abuelo Antonio Szkudlarek y al testimonio de su vida que incluyó el determinante paso por los campos de concentración y exterminio de Auschwitz, Mauthausen y Ebensee.
El músico y compositor Ignacio Amil estrenará este jueves a las 20 en la porteña Usina del Arte la “Antek Suite” para bandoneón, piano y orquesta, una obra que tributa su abuelo Antonio Szkudlarek y al testimonio de su vida que incluyó el determinante paso por los campos de concentración y exterminio de Auschwitz, Mauthausen y Ebensee.
“Hace aproximadamente tres años, cuando recuperé el documento donde mi abuelo repasaba su vida, me cayó la ficha de que tenía que hacer algo con eso. Que era algo histórico que de alguna manera había que compartir y entonces empecé a imaginarme cómo hacer sonar todo lo narrado, las sensaciones y sentimientos alrededor de todo ese horror”, revela Amil a Télam.
El pianista asume el tipo de desafío emprendido para asumir ese relato y se pregunta “¿Cómo suena un tatuaje en el brazo? ¿Y la pérdida de identidad o un simulacro de fusilamiento? ¿Cómo se escucha que te hagan palear cuerpos para que se los lleve un camión?”.
“Todo este proceso tuvo una inyección de energía final para terminar la obra cuando recibí la convocatoria de la Orquesta del Centro para realizar el concierto de estreno”, repasa el artista y nieto de Antek.
El viernes desde las 20 en el espacio comunal pero con localidades a la venta a través de passline.com, Amil se presentará junto a la formación dirigida por Jonathan Tolcachier y también con el bandoneonista Nicolás Enrich para abordar un repertorio de carácter jazzero.
“La ‘Antek Suite’ –cuenta- nace a raíz de un documento testimonial que nos dejó mi abuelo, en el cual narra su vida previa a los campos de concentración, su paso por allí y su posterior llegada a Buenos Aires en seis temas”.
-¿Qué recuerdos tenés de cómo te narró tu abuelo su encierro en los campos de exterminio del nazismo?
-Mi abuelo no hablaba mucho del encierro en sí mismo. Nos contaba más acerca de su vida anterior y posterior. De su infancia en los bosques de Lodz o la elección de venir a la Argentina ya que era un país donde en esa época «la comida no iba a faltar» y «se comía muy bien». Era una persona súper alegre que prefería abrir un vinito, charlar y reírse un rato antes que contar del horror que había pasado. Si recuerdo una anécdota que nos contaba de cuando se miró al espejo por primera vez luego de su recuperación en el hospital y se largó a llorar por no reconocerse. Pesaba 40 kilos con 20 años y 1.85 metros de altura. Lo cargaban por escalera hasta el primer piso del hospital porque no podía caminar todavía. Esta es una de las imágenes que intenté trasladar a la música.
-¿Tenés pensado grabar esta suite?
-Esperamos poder grabarla en 2022 y también presentarla en diferentes lugares de Argentina y ojalá por algunos escenarios de Europa también.
-¿Cómo se vincula esta obra con tu camino más ligado al jazz?
-Mi formación es principalmente jazzística, pero a la par estudié composición académica. Particularmente en esta obra tenía ganas de probar sonoridades más relacionadas a la música contemporánea que no había logrado tocar o plasmar mucho en mis composiciones hasta el momento. De todas formas el jazz siempre está como influencia ineludible.
Fuente: http://www.telam.com.ar