Su vida se apagó el 21 de abril de 2016, poco antes de cumplir 58 años, dejando un legado artístico revolucionario, cuya influencia todavía se hace sentir y se renueva constantemente ante la aparición de nuevo material póstumo.
Breve y contundente como su recordado show en Buenos Aires en el verano de 1991 o su arrolladora actuación de 2007 en el entretiempo del Superbowl fue la vida de Prince, que se apagó de manera prematura el 21 de abril de 2016, poco antes de cumplir 58 años, aunque dejó un legado artístico revolucionario, cuya influencia todavía se hace sentir y se renueva constantemente ante la aparición de nuevo material póstumo.
Prueba de esto último es el reciente anuncio del lanzamiento en junio próximo de un nuevo trabajo inédito, titulado «Welcome 2 America»; que se suma a la larga lista de material post mortem que se dio a conocer en los últimos cinco años, casi al mismo ritmo que le impuso en vida a su prolífica carrera, conformada por alrededor de 50 discos, decenas de hits, bandas sonoras y protagonismo en cuatro filmes.
Allí, el genial artista nacido en Minneapolis, que decidió darse a conocer con apenas su nombre de pila -y en algunos pasajes de su carrera con un símbolo verbalmente impronunciable- desplegó un híbrido musical que no solo se erige como el compendio más acabado de la música negra, sino que destaca además por el uso de sintetizadores, con el cual proyectó el sonido del futuro; sus finas melodías y su exudante sensualidad.
Todo eso tenía su correlato a nivel visual en el arrogante andar de esta figura, como forma de marcar un límite inviolable con el resto de los mortales; sus extravagantes trajes con volados, sus hipnóticos pasos de baile, su virtuosismo interpretativo y sus apabullantes performances.
«No me cuesta hablar de Prince porque es la única religión que abrazo. Es un estilo de música en sí mismo el que hacía. Lo vi en Argentina, y luego en Las Vegas y New Jersey y los tres shows fueron increíbles. Es un músico único, como performer una bestia y como compositor y creador de mundos también», dijo a Télam Emmanuel Horvilleur, al ser consultado en su carácter de fan incondicional de este artista.
Ocurre que desde su aparición, Prince se convirtió en una influencia para sus colegas, a pesar de su corta edad, tal como lo demuestra la devoción manifestada por figuras del rock argentino, como es el caso de Charly García, Luis Alberto Spinetta y Fito Páez.
Precisamente, tras casi una década generando un evidente impacto en el rock argentino, el «genio de Minneapolis» ofreció el único concierto de su historia en nuestro país en enero de 1991, ocasión en la que la «crema» vernácula del género se agolpó en los pasillos del estadio de River Plate para ver la prueba de sonido, de tres horas y media, o el show, de polémicos 77 minutos, el mínimo que indicaba su contrato.
Así lo recordó para esta agencia el empresario Daniel Grinbank, responsable de esta visita, quien destacó que el show fue «tan excepcional» que le pareció que «lo breve se hizo dos veces breve».
«Fue tan bueno que fue un suspiro», puntualizó el promotor del show, quien reconoció que se enojó mucho en ese momento porque «la gente primero lo puteaba a él cuando le pedían más y no salía, pero después me puteaban a mí como si fuera el responsable de que haya sido tan corto».
Ojo por ojo, la represalia de Grinbank fue cumplir solo con lo mínimo escrito en el contrato, por lo que canceló la fiesta post-show que iba a celebrarse en la discoteca Mix, para la cual Prince había hecho cerrar una peluquería solo para que lo maquillen para la celebración.
«Al final, como era un domingo de enero en Buenos Aires, estaba todo cerrado y terminó en el cabaret Shampoo, en la que fue una de las fiestas más bizarras que vi en mi vida. Estaban las chicas que trabajaban ahí, mezcladas con músicos y ‘celebrities’ que querían estar cerca de Prince», remató el empresario.
Al ser consultado por Télam, Juan del Barrio, tecladista de Los Abuelos de la Nada, vislumbró algunas coincidencias entre Prince y Miguel Abuelo, a partir de la inclusión del baile como parte de sus actuaciones y la búsqueda de distintos «looks».
«Diría que fue un vanguardista. Un símbolo del rock muy fuerte, un gran músico pero además un artista más integral. Un defensor del soul, el funk, pero con una cuota dark. Funk del futuro, podría ser. Y desde ya, toda la inclusión de la música electrónica, los sintetizadores, el tecno al servicio de su música», apuntó Del Barrio a la hora de analizar su arte.
Así como su histrionismo lo llevó a actuar en cuatro filmes, algunos de ellos escritos y dirigidos por él, su excentricidad también fue parte de sus rasgos característicos como artista.
«Él siempre fue una estrella. Ponía una especie de distancia con los demás y eso siempre me pareció muy interesante», celebró Horvilleur, en tanto que Grinbank, quien tuvo la posibilidad de tratarlo de manera un poco más personal, afirmó que esa actitud era una mezcla de «timidez y excentricidad».
«No tenía diálogo con la gente, en lo personal era muy tímido y hay miles de anécdotas sobre esto. Pero también era muy excéntrico. Conmigo no habló nunca. Si me quería decir algo, se lo decía a su tour manager o a su abogado y me lo transmitían, pero nunca llegué a intercambiar palabras con él», graficó.
Al momento de su muerte por una sobredosis de opiáceos, el creador de clásicos como «Purple Rain», «Cream», «Kiss» y «Little Red Corvette», entre tantos éxitos, mantenía como de costumbre una intensa actividad, plagada de shows y con múltiples proyectos para futuros discos.
Pues entonces, no solo correspondería hablar de una vida breve y contundente como su show en Argentina, sino que también habría que agregar que con un impacto que no se apaga con el paso del tiempo. Y en cada nueva cinta hallada, Prince sigue siendo el artista más innovador y moderno de los últimos 40 años.
FUENTE: Telam