La entomóloga que “lee” el comportamiento de las moscas en los cuerpos en descomposición y colabora con la Justicia

Moira Battán Horenstein es investigadora del CONICET y participó como perito forense en más de quince casos.

A principios de 2020, dos mujeres fueron halladas muertas en la localidad cordobesa de Capilla del Monte con apenas sesenta días de diferencia. Una de ellas se había extraviado en las sierras: su cuerpo sin vida fue encontrado a la orilla de un arroyo. El cuerpo de la segunda mujer apareció tras veinte días de búsqueda, en las inmediaciones de un basural. En ambos casos, una investigadora del CONICET actuó como perito. “Mi participación se basó en analizar las larvas de moscas halladas en sus cuerpos para revelar los datos precisos del momento en el que sucedió su fallecimiento”, explica Moira Battán Horenstein, la entomóloga forense convocada por la Justicia para dilucidarlos. “Participar en esos casos, con mujeres involucradas, uno de ellos un femicidio, significó un gran impacto, tanto en lo emocional como en lo personal”.

Battán Horenstein comenzó su carrera científica en el campo de la biología, investigando el conjunto de artrópodos que se asocian a cadáveres de animales en descomposición. Faltaban todavía muchos años para que su formación diera un vuelco hacia el campo de la entomología forense y se convirtiera en perito e integrante del Programa Nacional Ciencia y Justicia del CONICET. “Mi tesis doctoral –explica la investigadora, cuyo lugar de trabajo es el Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (IMBIV) de Córdoba- se basaba en el estudio de la estructura estacional de la comunidad de artrópodos que se asocian a cadáveres de cerdo y pollo, caracterizando en especial la fauna de moscas asociadas a las diferentes etapas de la descomposición. Estas especies, justamente, son las que se encuentran asociadas también a cuerpos humanos en descomposición”.

A medida que avanzaba en su carrera científica, Battán Horenstein se fue especializando en un grupo de artrópodos en particular: las moscas sarcosaprófagas. “Estas moscas me fascinaron por su importancia, tanto desde el punto de vista ecológico como desde el sanitario y forense”, recuerda. “Al estar asociadas a diferentes tipos de materia orgánica de origen animal en descomposición, resultan de gran utilidad para el ciclado de nutrientes en un ecosistema. De hecho, los primeros experimentos que hice para mi tesis doctoral, sobre cadáveres de cerdo y pollo, me permitieron conocer los ciclos de desarrollo de estas moscas y su dinámica durante el proceso de descomposición en cada una de las estaciones del año”.

Mientras se inmiscuía en el universo de las moscas sarcosaprófagas, se enteró de que existía una disciplina llamada entomología forense. “Me di cuenta que quería hacer eso, pero fue un camino arduo, ya que en Argentina el área prácticamente no estaba desarrollada. Viajé a España, donde di mis primeros pasos en el Laboratorio de Entomología Forense de la Universidad de Murcia, luego regresé a la Argentina y me puse en contacto con la gente del Instituto de Medicina Forense, quienes me propusieron dar un taller de capacitación para personal del Poder Judicial. Así empezó todo”. Ese camino la haría desembocar en la línea de investigación que actualmente desarrolla: “Es un tema que combina tanto aspectos de la ecología de los dípteros sarcosaprófagos como su importancia médico-sanitaria teniendo un fuerte enfoque aplicado a las Ciencias Forenses”.

¿Qué tiene que ver el comporamiento y la ecología de una mosca con la muerte de una persona? Battán Horenstein explica: “Las moscas, no cualquiera si no las que denominamos carroñeras o necrófagas (moscas verdes y azules metalizadas, los moscardones grises) utilizan cuerpos en descomposición (de animales domésticos como así también del hombre) como sustrato para el desarrollo de sus estados inmaduros, los cuales se alimentan de los tejidos en descomposición a medida que van creciendo. Son estas moscas las de interés para el entomólogo forense, ya que pueden aparecer minutos después de producida la muerte de una persona. Conocer la especie de mosca o moscas asociadas a un cadáver y la edad de los estados inmaduros es lo que permite al entomólogo forense, a través de la utilización de diferentes métodos que relacionan esta información con las condiciones ambientales (temperatura, humedad) estimar la data de muerte”.

Las moscas, entonces, son las primeras en llegar a una escena del crimen, atraídas por el olor que se desprende de un cuerpo en descomposición. Eso las convierte en las “testigos” más importantes para estimar del modo más preciso cuándo ocurrió una muerte. “A través del análisis de las moscas asociadas a un cadáver se puede descubrir, en primer lugar, el tiempo que lleva de muerto –aclara la investigadora-. También podemos saber si esa muerte se produjo por envenenamiento o sobredosis ya que se pueden analizar los tejidos de las larvas (estados inmaduros) que se han alimentado de las vísceras en busca de diferentes tipos de tóxicos. Esto se aplica en pocos lugares del mundo y en situaciones en la que los tejidos del cadáver están tan degradados que no se pueden usar para el estudio toxicológico. Otra cosa que se puede determinar es si hubo movimientos o traslado de un cuerpo, si éste fue rociado con algún tipo de repelente, si hubo maltrato o abandono de persona. Pero generalmente la justicia solicita que el entomólogo forense estime la data de muerte”.

Una clave en la tarea del entomólogo forense es que trabaje con las distintas áreas involucradas en el hallazgo de un cuerpo o en la autopsia. “Las condiciones en las cuales se puede encontrar un cadáver, como por ejemplo enterrado, flotando en el agua, dentro de una habitación cerrada, son factores que influyen en la llegada de las moscas a colonizar ese cadáver. Ese retraso debe ser tenido en cuenta al momento de estimar la data de muerte”.

Como perito del ámbito de la entomología forense -que incluye la recolección, identificación y estudio de los artrópodos que adquieren relevancia en el ámbito legal-, hoy Battán Horenstein se mueve entre tres campos de aplicación posible. La primera es la rama de la “entomología forense urbana”,  en la que se estudian los insectos y otros artrópodos que afectan al ser humano -como por ejemplo las plagas urbanas-. La segunda es  la “entomología forense de alimentos”, que se centra en el estudio de los insectos que contaminan alimentos de consumo y comercialización. “Ambos campos generalmente implican demandas de tipo civiles en la justicia”, explica Battan Horenstein. “El rol del entomólogo forense en estos casos es confirmar la identidad de las especies, interpretar su biología en el contexto particular, aportando datos que puedan aclarar el medio por el cual esos organismos llegaron a infestar un material o producto alimenticio”. La tercera rama –la más conocida, según la investigadora-, es la entomología forense en el contexto de la medicina legal: “Trata sobre el estudio taxonómico y biológico de insectos y otros artrópodos asociados a cuerpos o partes de los mismos en descomposición. El objetivo principal de esta disciplina, y del entomólogo forense a través del análisis de los artrópodos, es proporcionar datos acerca de la data de muerte a solicitud de la justicia”.

Desde que comenzó a ser perito forense, Battán Horenstein ya participó de 16 casos en los que estudió la distribución espacial y temporal de las moscas sarcosaprófagas en cadáveres humanos. “A través del estudio de estas moscas, pude dar respuestas acerca de posibles traslados de un cuerpo, para ocultamiento, por ejemplo”, advierte la científica, que además integra la Red Argentina de Entomología Forense (RAEF) junto a un equipo de reconocidos entomólogos forenses de Argentina. Los recientes casos de las dos mujeres halladas muertas en Capilla del Monte en los que participó fueron también, para ella, los más difíciles. “Generalmente mi participación es en casos que llegan a los medios y que suelen ser polémicos. Todos los casos en los que participo son emblemáticos e importantes. Pero los que tienen a mujeres involucradas, como los ocurridos en Córdoba, sin dudas fueron los más impactantes”, concluye.

Por Cintia Kemelmajer

Fuente: http://www.conicet.gov.ar

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