El documental, dirigido por Ulises de la Orden y Germán Cantore se podrá ver los próximos domingos de octubre, a las 18, en el Malba.
La laboriosa vida de Ricardo Vilca, en la que, pese a que nunca nada le fue fácil, supo abrirse camino para dar a conocer su arte y convertirse en uno de los secretos mejor guardados de la música argentina, con anclaje en la Quebrada de Humahuaca, es el centro del relato del filme «Vilca, la magia del silencio», que se podrá ver los próximos domingos de octubre, a las 18, en el Malba.
El documental, dirigido por Ulises de la Orden y Germán Cantore, comenzó casi sin intención, cuando conocieron a Vilca en 2002 durante las grabaciones que el músico jujeño realizó para «Río Arriba», ópera prima de De la Orden y en la que Cantore realizó el montaje.
«Durante la edición, compartimos con Vilca distintas fases del montaje y de la composición de la música, y de a poco fuimos conociendo en profundidad a este artista y, deslumbrados por su música y su personalidad, nos despertó el interés por realizar un documental que lo retrate en profundidad«, dijo Cantore a Télam al momento de su estreno en Cine.ar, en septiembre de 2020.
Desde que se conocieron y hasta su fallecimiento, en 2007, De la Orden y Cantore lo filmaron tanto en sus visitas al Norte argentino como en los viajes de Vilca a Buenos Aires, donde, gracias a algunos amigos, comenzaba a ser conocido en las peñas porteñas.
«Ricardo falleció repentinamente por una neumonía y, desde entonces, esa idea germinal se convirtió en un mandato, por la necesidad de mostrar tantos materiales registrados a lo largo de los momentos compartidos. En 2018 viajamos a rodar al Norte, donde filmamos con muchos amigos, músicos, familiares y demás personas que conocieron a Vilca, que nos ayudarán a contar la historia de Ricardo», comentó el realizador.
La música de Vilca es un reflejo de sus experiencias en la Quebrada; el silencio del viento, el calor del sol, la refrescante sombra de los árboles y las imponentes figuras de los cardones se pueden sentir en cada uno de sus punteos o rasgueos.
«Su presencia en el escenario, hablando lento y bajito, casi con los ojos cerrados, y tocando la guitarra con suaves pulsaciones, inmediatamente te trasladaban espiritualmente, y esa magia a la que hace referencia el título de la película te iba envolviendo hasta generar un estado de comunión colectiva que pocas otras veces he sentido», recordó el director.
Fuente: http://www.telam.com.ar